Dumay Cognac

La historia de Félix Dumay

El coñac Dumay es una creación inspirada en una historia; sin embargo, a diferencia de muchas historias, ésta es real. Todo comienza con un hombre llamado Félix Dumay, que nació en la Francia del siglo XIX en una destilería. Dumay estudió medicina y acabó trabajando como cirujano en la Marina, viajando por todo el mundo y navegando a destinos como Haití, Macao, Hong Kong y Estados Unidos. Fue uno de los primeros en navegar por el Canal de Suez en 1869 y describió muchas de sus aventuras en cartas a su hermano. En ellas explicaba que siempre llevaba consigo una petaca de coñac para compartirla con personas afines, vinieran de donde vinieran.

En 1854, tras una fuerte tormenta a la vuelta de Hong Kong, el vicealmirante del velero fue arrastrado mar adentro, pero rescatado en el último momento entre las olas por un joven marinero que se zambulló tras él. La tormenta también causó daños al barco -un trinquete roto- y varias heridas a la tripulación, que luchó denodadamente por llegar a puerto seguro. Como muestra de agradecimiento por sus esfuerzos y por la vida del vicealmirante, Dumay reunió a las tropas en torno a su botella secreta, que había sido escondida en su maleta y que contenía una cantidad adecuada del mejor coñac de su finca familiar.

En su diario, Félix describe esta noche tormentosa:

"Fue una experiencia temible pero también fortalecedora. No sabíamos si sobreviviríamos al vendaval. Baptiste, este joven del sur de Francia, demostró ser tan valiente como podía serlo un solo hombre. En contra de nuestras órdenes, se lanzó por encima de la barandilla, se zambulló en las aguas bravas y se arrastró por las olas gigantes. En pocos minutos, la tripulación consiguió dar marcha atrás al barco. Con dos de las cuerdas más largas del barco -y bajo el alentador rugido de toda la tripulación-, mis compañeros y yo subimos al muchacho y al almirante herido de nuevo al buque. Varias horas más tarde, cuando el mar se calmó, reuní a las tropas en relevo.

Ordené a Baptiste que bajara a mi camarote y recogiera el precioso y pequeño objeto que había guardado en el fondo de mi maleta. Sabía de su valor convivial, pero no había imaginado un momento tan poderoso para compartirlo con mis compañeros."

De la leyenda a la realidad

Inspirados por la obra de Félix Dumay, un grupo de tres amigos decidió replantearse la forma de producir, percibir y consumir el coñac. Se propusieron crear algo que mereciera la pena guardar y compartir; algo que reuniera a la gente en torno a una botella, sin importar quiénes fueran o de dónde vinieran.

El resultado es un coñac creado a partir de las mejores uvas cultivadas en seis viñedos, todos ellos parte de la producción de Dumay. Los fabricantes lo controlan todo in situ, desde el viñedo hasta la botella, e incluso cuentan con un geólogo interno que analiza los viñedos paso a paso, lo que les permite conocer a la perfección cada parcela. Con un enfoque creativo hacia el envasado, las bebidas y el marketing, se trata de un productor que mira hacia el futuro, pero siempre recordando la intemporal cordialidad de compartir una botella de coñac en una noche de tormenta.